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A 38 años

La plaza estaba colmada, las calles que la circundan... llena de gente saltando, bailando, gritando y agitando banderas de sus diversos colores, mientras que payasos y murgas hacían de las suyas en cada rincón de la plaza. Madres con o sin pañuelos sentadas en los bancos, pibes corriendo desesperadamente entre la multitud para alcanzar a su compañero y así seguir corriendo; y bicicletas, muchas de ellas que se hacían espacio para esperar y seguir rodando despacito despacito en la marcha que poco a poco se aproximaba.

 

Y sí, se aproximaba en distintas horas y distintas columnas: “la contra marcha”, “la oficial”, “la histórica”. Divididos, unidos o en pronta caminata, todas salieron desde aquella plaza donde a la vera de sus márgenes se alzan solemnes fachadas modernistas, que en sus interiores oscuros guarda pasillos que buscan olvidos y memorias distraídas que quieren pasar desapercibidas. Sin embargo el bullicio exterior, las trompetas, los redoblantes, las risas, los gritos, las lágrimas, las abuelas, los pibes, el flamear coloreado de banderas, el pleno sol de la tarde, el verde amarillo de frondosos árboles y un tibio aire le recordaron su “Nunca Más” y partieron.

 

Partieron para recordar, no para celebrar, que el 24 de marzo es para todxs un día de reclamo y de lucha por los desaparecidos de ayer y de hoy. Donde la calle, a cada paso, iba tomando la forma de los pibes que no aparecen y los bebés sin identidad, de los obreros y de los derechos que están privados, olvidados y reservados de aquellos que ya no están o ya no pueden. Paso a paso, el día se convirtió en noche, por cada estrella fue un grito contra la narco mafia y de un estado en connivencia, por cada luz encendida una espera contra aquellos represores aún sueltos y policías embebidos en abusos de poder.

 

Al final, por esa sociedad justa… la plaza 25 de Mayo y el Monumento a la Bandera se transformaron en alegría, lucha y vida a 38 años del último golpe militar.

 

Nunca Más.

 

Marciano Bolten

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